Pumahuasi es un paraje que se eleva de ambos lados de la Ruta Nacional 9.
Llegamos después de varias horas caminando bajo un temporal de viento de más de 70km/h; este nos forzó a subirnos a una camioneta que amáblemente se ofreció a acercarnos los últimos kilómetros de viaje, ante la imposibilidad de caminar bajo las condiciones climáticas. Por un lado el Aquiles se sacudía brúscamente, arrastrándonos hacia la ruta, por el otro el viento levantaba harta tierra.
Pedimos permiso para acampar en un cuarto de la vieja estación del ferrocarril, donde las paredes de adobe mantendrían la temperatura a un nivel aguantable para nuestros cuerpos, evitando la posibilidad de sufrir de hipotermia con las temperaturas bajo cero de la madrugada.
Visité la escuela, donde me recibió un maestro -encargado de la institución ante la eventualidad de un viaje estaba realizando la directora.
El maestro me contó que la escuela es de turno completo con servicio de comedor, y servicio de alojamiento para aquellos niños y niñas que viven a kilómetros de la misma (se alojan de lunes a viernes)
Hay aproximadamente 90 alumnos matriculados, aunque no todos asisten todos los días, ya que aquellos que viven alejados tienden a ayudar a sus familias en labores de campo.
Por la mañana los niños y niñas trabajan en las materias tradicionales y curriculares, mientras que por la tarde se avocan a talleres, edución religiosa y educación física. La escuela cuenta con una sala de informática, ofreciendo a los alumnos la posibilidad de aprender a manejar programas de microsoft clásicos, como Word y Excel.
Cuando le pregunte de las problemáticas que surgen, el maestro me dijo: "De todas las áreas a cubrir, la más exigente y demandante es el comedor. No siempre contamos con los alimentos necesarios para alimentar a todos los niños y al estar lejos de centros de proveduría, es engorroso conseguir el transporte para llegar a La Quiaca y hacer el reclamo por la falta de alimentos. Consume tiempo y dinero, y muchísima energía de aquellos docentes a cargo del comedor (el docente a cargo rota mensualmente)."
La infraestructura de la escuela pareciera estar en buen estado; de todas formas hay cosas que no se aprecian con la vista y que no hacen del trabajo en el aula algo placentero todo el año. En invierno, con temperaturas bajo cero, la falta de calefacción es un problema. Los alumnos y docentes cuentan sólo con sus abrigos para mantenerse aislados del inhóspito frio invernal de la puna; algo a tener en cuenta al momento de salir de la casa por la mañana.
Los niños se acercaron curiosamente a mi y a Paula, al vernos con el paño de artesanías y el carro. Contestamos varias preguntas acerca del viaje y acerca de nuestra vida privada, las cuales fueron interrumpidas por el llamado de la profesora de catequésis quién quería comenzar con la clase de aquella tarde.
Pumahuasi ha sido el primer paraje alejado de una ciudad al cual llegamos; felices por conocer un lugar de atardeceres mágicos, rodeado de naturaleza puneña, y con un aire de tranquilidad y pureza olvidado por quienes somos oriundos de las grandes ciudades de la furia.
Llegamos después de varias horas caminando bajo un temporal de viento de más de 70km/h; este nos forzó a subirnos a una camioneta que amáblemente se ofreció a acercarnos los últimos kilómetros de viaje, ante la imposibilidad de caminar bajo las condiciones climáticas. Por un lado el Aquiles se sacudía brúscamente, arrastrándonos hacia la ruta, por el otro el viento levantaba harta tierra.
Pedimos permiso para acampar en un cuarto de la vieja estación del ferrocarril, donde las paredes de adobe mantendrían la temperatura a un nivel aguantable para nuestros cuerpos, evitando la posibilidad de sufrir de hipotermia con las temperaturas bajo cero de la madrugada.
Visité la escuela, donde me recibió un maestro -encargado de la institución ante la eventualidad de un viaje estaba realizando la directora.
El maestro me contó que la escuela es de turno completo con servicio de comedor, y servicio de alojamiento para aquellos niños y niñas que viven a kilómetros de la misma (se alojan de lunes a viernes)
Hay aproximadamente 90 alumnos matriculados, aunque no todos asisten todos los días, ya que aquellos que viven alejados tienden a ayudar a sus familias en labores de campo.
Por la mañana los niños y niñas trabajan en las materias tradicionales y curriculares, mientras que por la tarde se avocan a talleres, edución religiosa y educación física. La escuela cuenta con una sala de informática, ofreciendo a los alumnos la posibilidad de aprender a manejar programas de microsoft clásicos, como Word y Excel.
Cuando le pregunte de las problemáticas que surgen, el maestro me dijo: "De todas las áreas a cubrir, la más exigente y demandante es el comedor. No siempre contamos con los alimentos necesarios para alimentar a todos los niños y al estar lejos de centros de proveduría, es engorroso conseguir el transporte para llegar a La Quiaca y hacer el reclamo por la falta de alimentos. Consume tiempo y dinero, y muchísima energía de aquellos docentes a cargo del comedor (el docente a cargo rota mensualmente)."
La infraestructura de la escuela pareciera estar en buen estado; de todas formas hay cosas que no se aprecian con la vista y que no hacen del trabajo en el aula algo placentero todo el año. En invierno, con temperaturas bajo cero, la falta de calefacción es un problema. Los alumnos y docentes cuentan sólo con sus abrigos para mantenerse aislados del inhóspito frio invernal de la puna; algo a tener en cuenta al momento de salir de la casa por la mañana.
Los niños se acercaron curiosamente a mi y a Paula, al vernos con el paño de artesanías y el carro. Contestamos varias preguntas acerca del viaje y acerca de nuestra vida privada, las cuales fueron interrumpidas por el llamado de la profesora de catequésis quién quería comenzar con la clase de aquella tarde.
Pumahuasi ha sido el primer paraje alejado de una ciudad al cual llegamos; felices por conocer un lugar de atardeceres mágicos, rodeado de naturaleza puneña, y con un aire de tranquilidad y pureza olvidado por quienes somos oriundos de las grandes ciudades de la furia.
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