21 de mayo de 2010, a días de los 200 años de independencia, madrugamos para acomodar nuestras cosas antes de la llegada de los niños, maestros y padres al lugar donde se realizaría el acto oficial.
Ayudamos a Humberto a decorar la comisaría con manualidades que él había estado haciendo hace un par de días. Un maestro se acercó a nosotros, aceptando un mate, y nos invitó a participar del acto como espectadores, ofreciendonos un lugar para sentarnos junto a los padres.
Los niños y niñas de la Escuela Nº 333, por medio de distintas representaciones, conmemoraron el 25 de mayo de 1810. Algunos camnatando, otros recitando poemas, otros bailando, actuando, los de 5to -guitarra en mano- hicieron una copla, y hasta los maestros prepararon un show de titeres con participación del público. Todas las interpretaciones de los alumnos del primario, despertaron mi patriotismo que por lo general tiende a ser pasivo e indiferente. La pasión en cada "Viva la patria" de los niños y sus maestros, complementado con el contexto, potenciaron mi sentimiento por lo que este bicentenario significa.
Al terminar el acto, un jóven hombre de la comunidad subió al pequeño escenario, tomó el micrófono y comenzó a hablar acerca de la importancia de la unidad y la libertad. Habló de la importancia de la participación de los padres en el proceso de formación de los hijos, desafiándolos a ser más concientes de su rol en la educación de los niños, y la cosntrucción de un mejor presente para garantizar un buen futuro.
Me acerqué al amestro que nos había invitado y a la directora, para agradecerles la invitación, y me dijeron que la invitación era para el evento completo. ¿El evento completo? ¿No había finalizado ya el acto? "Queremos que vengan los dos a compartir el locro y la torta de cumpleaños de la patria con la comunidad"
Sin poder creerlo, tímidamente nos acercamos al centro comunal, ayudando a entrar banquetas mesas y sillas, esperando a que la invitación fuera confirmada por la comunidad. No nos dejaron ayudar más, nos invitaron a una mesa, nos dieron platos y cucharas, pan, gaseosa y el mejor locro que he comido en mi vida, cocinado con amor y mucha sabiduría culinaria regional.
Comimos y comimos hasta más no poder. Antes de terminar el último plato, la directora dijo unas palabras con fines institucionales a la vez que agradeció la presencia de los padres, niños, docentes "y nuestros invitados", dijo mirándonos y apuntandonos con la mano que no sostenía el micrófono.
Festejando el bicentenario a más de 1900 km de Buenos Aires, junto a una comunidad alejada de los vicios de las grandes ciudades, rodeados de hospitalidad y una belleza natural que llenaron nuestros estómagos y corazones.
Ayudamos a Humberto a decorar la comisaría con manualidades que él había estado haciendo hace un par de días. Un maestro se acercó a nosotros, aceptando un mate, y nos invitó a participar del acto como espectadores, ofreciendonos un lugar para sentarnos junto a los padres.
Los niños y niñas de la Escuela Nº 333, por medio de distintas representaciones, conmemoraron el 25 de mayo de 1810. Algunos camnatando, otros recitando poemas, otros bailando, actuando, los de 5to -guitarra en mano- hicieron una copla, y hasta los maestros prepararon un show de titeres con participación del público. Todas las interpretaciones de los alumnos del primario, despertaron mi patriotismo que por lo general tiende a ser pasivo e indiferente. La pasión en cada "Viva la patria" de los niños y sus maestros, complementado con el contexto, potenciaron mi sentimiento por lo que este bicentenario significa.
Al terminar el acto, un jóven hombre de la comunidad subió al pequeño escenario, tomó el micrófono y comenzó a hablar acerca de la importancia de la unidad y la libertad. Habló de la importancia de la participación de los padres en el proceso de formación de los hijos, desafiándolos a ser más concientes de su rol en la educación de los niños, y la cosntrucción de un mejor presente para garantizar un buen futuro.
Me acerqué al amestro que nos había invitado y a la directora, para agradecerles la invitación, y me dijeron que la invitación era para el evento completo. ¿El evento completo? ¿No había finalizado ya el acto? "Queremos que vengan los dos a compartir el locro y la torta de cumpleaños de la patria con la comunidad"
Sin poder creerlo, tímidamente nos acercamos al centro comunal, ayudando a entrar banquetas mesas y sillas, esperando a que la invitación fuera confirmada por la comunidad. No nos dejaron ayudar más, nos invitaron a una mesa, nos dieron platos y cucharas, pan, gaseosa y el mejor locro que he comido en mi vida, cocinado con amor y mucha sabiduría culinaria regional.
Comimos y comimos hasta más no poder. Antes de terminar el último plato, la directora dijo unas palabras con fines institucionales a la vez que agradeció la presencia de los padres, niños, docentes "y nuestros invitados", dijo mirándonos y apuntandonos con la mano que no sostenía el micrófono.
Festejando el bicentenario a más de 1900 km de Buenos Aires, junto a una comunidad alejada de los vicios de las grandes ciudades, rodeados de hospitalidad y una belleza natural que llenaron nuestros estómagos y corazones.
MUUUUUUY FELICES!!! :-) :-) !!!!!
ResponderEliminarLas ruedas del Aquiles se estarán jubilando con mucha alegría por haber, no solo hecho unos cuantitos km sino por haber hecho sonreir a tantos niños de nuestras tierras norteñas.
Un abrazo calentito y amoroso para los dos!
Má
Emocionante relato!
ResponderEliminarCariños,
Silvina (tía)